El segundo día de carrera empezó con el micro-sueño de 15 minutos con el
que habíamos acabado la anterior crónica, recordad, en la parte final del
trekking de 40 quilómetros en el que habíamos cruzado el Snowdonia National
Park.
Esta última parte fue, la más salvaje de todas. Empezábamos con la subida
al pico del Cnicht, cruzando una altiplanicie con lagos y zonas muy húmedas
completamente a rumbo, con vegetación hasta la cintura y siguiendo trochas de
los equipos que habían pasado un rato antes, fue de lo más auténtico y salvaje.
Una vez en la cima del Cnicht y habiendo marcado el punto de control fue
momento para la reflexión y el nerviosismo, ya que al echar mano del libro de
ruta, nos dimos cuenta que en la sección siguiente, un cayac, había de nuevo
otra barrera horaria, esta vez mucho más restrictiva, ya que indicaba que todos
los equipos que no la superasen quedaban fuera de clasificación.
Aquí entró el “cague”, nos faltaba un control más por marcar en la cima del
Moelwyn Mawr, una montaña que veíamos a tocar con la punta de los dedos pero a
la que llegaríamos haciendo un rodeo al valle que nos separaba de ella. La
decisión fue tomada unánimemente, por culpa del tiempo que habíamos perdido en
la tirolina no podríamos completar esta sección, nos faltaría una baliza, así
entraríamos en el “short course”, pero seguiríamos adelante. Bien, seguiríamos
adelante siempre y cuando llegásemos al corte horario.
Éramos conscientes de que el corte estaba en medio de la sección, en una
pequeña orientación en el pueblo de Portmeirion, pero ni Alex ni yo que
estábamos encargándonos de la orientación sabíamos a qué distancia estaba. A
pesar de todo, habría que correr para llegar hasta Maentwrog, donde estaba
situado el final de la sección, a partir de allí ya veríamos.
Fue una bajada del Cnicht a lo bestia, por tarteras de losas graníticas
bajando a toda velocidad, y luego unos 7 u 8 quilómetros corriendo sin parar
por asfalto que sin duda, nos pasarían factura, pero aquél no era el momento de
pensar en el futuro, había que entrar en el corte.
Llegamos a final de sección habiendo adelantado a un equipo que ya venía en
“short course”, ya sabéis, mal de muchos, consuelo de tontos… justo 30 minutos
antes de la puerta horaria de Portmeirion, pero no estábamos en Portmeirion sino
a unos 6 quilómetros de allí a remo y teniendo en cuenta que en medio teníamos
un porteo de 3 quilómetros de los cayacs. El mundo estaba a punto de
derrumbarse cuando la organización nos dio una buena noticia, más adelante os
cuento cual es, antes una pequeña introducción de la siguiente sección en la
que estaba esta puerta horaria.
Con 28 horas, 56 minutos y 22 segundos de carrera, nos encontrábamos en el
Centro de observación del Snowdonia National Park en Maentwrog. Dispuestos a
enfrentarnos a la sección 4, 40 quilómetros de cayac. Los primeros 6
quilómetros, se trataban de remar por el precioso río Dwyryd, típico de la
campiña galesa con sus curvas interminables y sus prados verdes a los lados, hasta
entrar en el estuario con el mismo nombre, dónde deberíamos de hacer un porteo
de unos 3 quilómetros andando para superar el Briwet Bridge que estaba en obras
y por seguridad no podíamos cruzarlo remando. Después volveríamos al agua y
cruzaríamos el estuario hasta Portmeirion, donde haríamos una sección de
orientación por el atípico pueblo digno de cuento de Walt Disney, para entrar a
mar abierto y remar los siguientes 30 quilómetros hasta Barmouth. Y aquí viene
la noticia de la que os hablaba anteriormente. El estado de viento y oleaje no
había mejorado respecto al día anterior, y en mar abierto las condiciones para
remar eran muy difíciles, a la par que peligrosas. Así de fuerte era el viento
que estaba afectando hasta a los equipos que se encontraban en medio del
estuario, y muchos de ellos se encontraban neutralizados en Portmeirion hasta
que el viento aminorase. Debido a estas condiciones, de nuevo el cayac en el
mar había sido eliminado, y se haría el trozo de mar en bicicleta hasta
Barmouth.
El precioso río Dwyryd con sus parajes galeses |
A nosotros estos cambios nos afectaron de la siguiente forma, deberíamos
salir remando e ir hasta mitad del estuario, donde la organización había
dispuesto las bicicletas para llegar a final de sección. Pues bien, esta corta
sección de remo fue de las más duras que recuerdo. Por si no lo sabíais, todas
las carreras de esta envergadura, son diseñadas y pensadas para los equipos que
van delante luchando por ganar. Los que no tenemos este privilegio, tenemos que
conformarnos con lo que vaya pasando, y en esta ocasión, la marea nos jugó una
muy mala pasada. Nos tocó empezar a remar cuando la marea estaba retrocediendo,
llegando a la bajamar, esto nos ayudó a la hora de empezar a remar, ya que
íbamos muy rápido en los primeros 200 metros, a partir de allí, el río tenía
cada vez menos agua y teníamos que ir leyendo muy bien el cauce para no
quedarnos embarrancados en la arena y el barro. Tuvimos que tirar del cayac un
par de veces cada embarcación, Caroline y Raul en una, Alex y yo en otra, y lo
sorteamos más o menos bien hasta el porteo ya previsto a la entrada del
estuario, lo peor vino después. El estuario ya es una zona donde la marea tiene
una afectación enorme y cuando nosotros llegamos allí nos encontramos con un
barrizal enorme que teníamos que cruzar. Remar era imposible, quedaba algún
charco con un palmo de agua siendo generosos, dejar los trolleys para arrastrar
los cayacs era inútil, ya que el barrizal hacía que nosotros nos hundiésemos en
el barro igual que las ruedas, así que tocaría arrastrar como se pudiese los
cayacs hasta la otra orilla donde nos esperaban las bicicletas.
La orientación en el pintoresco pueblo de Portmeirion |
Fue un martirio, nos hundíamos cada 2 pasos hasta las rodillas, los cayacs
con el peso que cargaban costaban 3 veces más de arrastrar y avanzábamos muy
poco a poco, hasta que al final conseguimos llegar a la otra orilla,
encontrándonos ya con más equipos (llevábamos muchas horas de completa
soledad), que habían sufrido también lo suyo para llegar allí.
El estuario o barrizal de Dwyryd |
Tocaba subirse de nuevo a la bicicleta, para transitar unos cuantos
quilómetros por la carretera A496 paralela a la costa oeste galesa. Como os
podéis imaginar, si nos habían cortado el cayac por olas y viento, en una
carretera paralela a la costa, no había olas pero pegaba el viento que hasta
costaba mantener la línea recta. Habíamos gastado muchas fuerzas en el final
del trekking intentando llegar en el tiempo, habíamos quemado los músculos
cruzando el estuario y ahora teníamos que pedalear con todas nuestras fuerzas
para intentar avanzar en la bici sin caernos por culpa del viento, menuda racha
llevábamos! Y no os cuento qué caras de pena se nos estaban poniendo a todos!
Además, en al parte final, la organización nos había preparado la sorpresa de
subir al collado de Bwich y Rhiwgyr, un sendero completamente en línea recta,
con piedras sueltas del tamaño de un balón de rugby, con viento de costado y
subiendo del nivel del mar a 500 metros en unos 4 quilómetros, un regalito más.
Después del collado, una bajada técnica y una buena pista para llegar a
Barmouth con 35 horas y 57 minutos de carrera, listos para enfrentarnos a la
segunda noche de carrera.
En la transición de Barmouth, decidimos cargar bien las fuerzas, comimos y
bebimos bien para recuperar en la medida de lo posible, un arroz con una lata
de atún y algo de chocolatinas para recuperar calorías, cambiarse la ropa,
limpiarse los dientes y la cara, zapatillas y a correr. Durante la segunda
noche nos esperaba un nuevo trekking, con 40 quilómetros y 2500 metros de
desnivel, cruzando en primer lugar el estuario de Mawddach por un precioso
puente peatonal compartido con el tren, subiendo montaña arriba y pasando por
las cimas del Craiglas, Carnedd Lwyd, Cadair Idris, Foel Ddu y Tarrenhendre,
montañas de menor entidad que la noche anterior, pero más que respetables a
oscuras y con casi 2 días de carrera.
El puente peatonal a la salida de Barmouth vigilado por el Cadair Idris |
Empezamos la noche cuesta arriba, la seguimos cuesta abajo, para repetir
este ciclo tantas veces que ya perdí al cuenta, no hubo prácticamente ni 1
metro llano, subíamos y bajábamos constantemente. La mayoría de los caminos
eran senderos muy pequeños, cubiertos de piedra suelta y hierba que, con la
humedad de la noche, nos mojaba los calcetines y nos mantenía los pies en una
humedad constante. Debido a esto, Raúl empezó a sentir los pellizcos de las
ampollas al andar, y cuando la molestia ya se hizo insoportable, sobre las 3 de
la madrugada, decidimos parar a hacerse unas curas a base de limpieza, secado
de pies, antiséptico, un antiinflamatorio vía oral y arriba y debajo de nuevo.
En la parte final del trekking los senderos prácticamente desaparecían, y
los que quedaban estaban tapados de vegetación y muy complicados de interpretar
durante las horas de noche que quedaban, por suerte pocas. Al rato aparecieron
las primeras luces del día, estábamos ya cerca Machynlleth, final de sección, y
con esto todo parece más fácil. En aquél momento necesité desconectar del mapa
para hacerle un reset al cerebro, dejar de pensar durante unos minutos, y Alex
tomó la responsabilidad en la navegación hasta el final. Pero no puedes cantar
victoria hasta que llegas, y junto con las primeras luces del día apareció
también otro elemento muy típico de las tierras inglesas y no se trata de té,
sino la lluvia.
La lluvia trastoca la psicología humana en carrera, siempre supone una
bajada de moral muy grande para todos los corredores, y nosotros no fuimos la
excepción. Al empezar a llover el mundo se viene encima y pierdes la
concentración, así cometimos el error de navegación más grande de toda la
carrera, un error de principiantes que nos hizo perder un buen tiempo al estar
leyendo el mapa con una desviación de 90 grados respecto a la vertical norte,
así empezaba nuestro tercer día en ITERA Expedition Race, perdidos en las
últimas estibaciones del Snowdonia National Park.
Llega la lluvia y aquí nuestro error tan cerca del final! |
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